La Guadalupana en las paredes de Los Ángeles
En cada mural, la Virgen no solo representa fe, sino también pertenencia y protección para los inmigrantes y sus descendientes en la ciudad.

Oscar Rodríguez Zapata recorría las calles de Los Ángeles con la mirada atenta y la cámara lista. Su misión era documentar la presencia de la Virgen de Guadalupe en la ciudad, un ícono que, más allá de su significado religioso, se había convertido en un símbolo de identidad y resistencia para la comunidad latina.
Desde que comenzó hace diez años, primero con su celular y luego con cámaras profesionales, su colección de imágenes creció exponencialmente. Murales, mosaicos y dibujos adornaban fachadas de tiendas, panaderías, taquerías y hasta talleres mecánicos. Cada imagen capturada era una muestra del fervor y la cultura que persistía en la ciudad, a pesar de los cambios urbanos y la amenaza de la gentrificación.
“No importa dónde estés, si ves a la Virgencita, sabes que tu gente está aquí”, solía decir Rodríguez, quien, aunque creció en una familia católica, no practicaba ninguna religión. Con su página de Instagram, que hoy cuenta con miles de seguidores, buscaba preservar el arte guadalupano antes de que desapareciera bajo capas de pintura o por la remodelación de los barrios tradicionales.
Pero no estaba solo en esta tarea. Brenda Pérez, una investigadora de psicología, veía en estos murales algo más que arte callejero. Para ella, eran “ventanas hacia el paisaje espiritual” de Los Ángeles, capaces de sanar heridas emocionales y unir a la comunidad. Su proyecto de restauración de murales intentaba proteger estas expresiones artísticas de ser borradas o destruidas sin consideración por su valor cultural.
El periodista Sam Quinones, quien había explorado la relación de la Virgen con la comunidad inmigrante, observó que incluso propietarios de tiendas no latinos mandaban pintar su imagen en sus fachadas. La presencia de la Guadalupana no solo evocaba respeto, sino también protección contra el vandalismo y un sentido de pertenencia entre los vecinos.
Nichole Flores, profesora de estudios religiosos, veía en estos murales una forma de cimentar la identidad de la comunidad. “Donde hay una Guadalupana, hay mexicanos, chicanos y latinoamericanos que han dejado su huella”, afirmaba. Para muchos, cubrir una imagen de la Virgen era como un ataque a su dignidad y a su historia.
El trabajo de Nydya Mora, bibliotecaria y urbanista, también destacaba la importancia de estas expresiones artísticas. Fascinada desde niña con la creatividad que inspiraba la Virgen, comenzó a compilar fotografías de murales y a compartirlas en redes sociales. Su cuenta de Instagram, con más de 13.000 seguidores, se convirtió en un archivo visual de la devoción guadalupana en Los Ángeles.
En un sábado cualquiera, Rodríguez se dirigió a Boyle Heights, un barrio tradicionalmente latino, para fotografiar un mural recién descubierto en la fachada de una peluquería. Antes de irse, anotó el nombre de la calle y el vecindario, porque “solo decir que está en Los Ángeles no basta”. Para él, cada imagen no solo representaba arte, sino también a la comunidad que la mantenía viva.
Mientras en la ciudad los murales siguen apareciendo y desapareciendo, activistas como Rodríguez, Pérez y Mora continúan su labor de documentar, restaurar y defender estos espacios sagrados. Porque en cada esquina donde la Virgen de Guadalupe observa en silencio, hay una historia de fe, resistencia y pertenencia que sigue viva en Los Ángeles.



Anitzel Díaz con info de AP
Imágenes AP
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