Camelia y la bala que aún resuena: los narcocorridos entre la censura y la devoción popular
- anitzeld
- hace 4 días
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Actualizado: hace 3 días
"Camelia huyó con el dinero. Nadie volvió a verla, pero dicen que sigue viva, cruzando ciudades bajo nombres falsos, escondida entre las sombras de los moteles baratos. Algunos juran que la han visto en Texas, que sigue usando flores en el cabello. Otros, que vive en silencio, cultivando orquídeas y remordimientos."
El relato de Camelia la Texana, popularizado por “Contrabando y traición” de Los Tigres del Norte en 1974, no es solo una canción: es un espejo de la cultura fronteriza, un mito con sombrero y pistola que se sigue contando generación tras generación. Ese corrido, considerado por muchos como el primer gran narcocorrido moderno, marcó el inicio de un fenómeno musical que, medio siglo después, aún divide opiniones: ¿arte popular o apología del crimen?
En tiempos recientes, el debate se ha recrudecido. Con la llegada de los llamados corridos bélicos o tumbados, cuyas letras ya no solo narran historias de contrabando, sino que glorifican a capos reales, se ha intensificado el señalamiento hacia el género. El gobierno mexicano ha reaccionado con firmeza: a principios de abril de 2024, el Ayuntamiento de Texcoco prohibió la interpretación de narcocorridos en eventos públicos, advirtiendo multas de hasta 1.2 millones de pesos a quienes infrinjan la medida.
La decisión se tomó tras una serie de conciertos en la zona donde artistas como Peso Pluma, Fuerza Regida y Código FN desataron euforia con canciones que mencionan directamente a figuras del narcotráfico como Ovidio Guzmán o el Mayo Zambada. Para las autoridades, estas letras representan un riesgo social: perpetúan modelos de violencia, normalizan el crimen organizado y desdibujan las fronteras entre entretenimiento y culto.
Pero del otro lado de la balanza está el público. Jóvenes que corean las canciones como si fueran himnos de resistencia. Familias enteras que bailan al ritmo de un bajo sexto sin preguntarse demasiado por el trasfondo. Y músicos que defienden su arte como un reflejo crudo —pero legítimo— de la realidad que los rodea.
En este terreno pantanoso, los narcocorridos se han convertido en más que canciones: son documentos culturales, crónicas rimadas de un país donde la violencia se canta, se vive y a veces, se aplaude. La historia de Camelia la Texana, aunque vieja, sigue vigente. Porque detrás de cada balada de traición o de cada “soy el jefe y tengo poder”, hay una pregunta incómoda que sigue sin respuesta: ¿se debe silenciar al corrido, o escuchar lo que nos quiere decir?
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El corrido “Contrabando y Traición”, conocido por popularizar a Los Tigres del Norte, cuenta la historia ficticia de Camelia “La Texana” y Emilio Varela, una pareja de contrabandistas. Aunque muchos creen que está basado en hechos reales, su autor, Ángel González, lo inventó en 1971 para dar un rol protagónico a la mujer dentro del género. Fue Joe Flores y su grupo Los Trovadores del Bravo quienes lo interpretaron primero en EE.UU., y luego lo retomaron Los Tigres del Norte, convirtiéndolo en un éxito en 1973. El impacto del corrido fue tal que inspiró películas, series, libros y debates académicos, marcando el inicio del auge de los narcocorridos. Pese a su fama, González siempre se arrepintió de haberlo escrito.
A la fecha, el destino de Camelia sigue envuelto en mito, tal como concluye la canción: “De Camelia y del dinero, nunca más se supo nada…”.
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